Ocho de julio de 1990, Olímpico de Roma, en disputa la final del Mundial entre Argentina y Alemania. Tras 85 minutos asediando sin éxito la portería albiceleste, con tablas en el marcador, el árbitro concede un polémico penalti a favor de la selección germana. Sobre el campo, Matthäus y Klinsmann, jugadores estrella de posiciones ofensivas, dialogan. Sin embargo, el espigado y desmelenado lateral izquierdo agarra firmemente el balón y lo coloca en el punto de penalti. Rostro serio y mirada fija sobre el esférico, en juego el tercer cetro mundialista para Alemania.
Pero, ¿quién era aquel humilde coloso
que, con temperatura bajo cero en pleno infierno, asumió la responsabilidad de
todo un país? ¿Quién quería robar el protagonismo a los delanteros sabiendo de
la indecisión de estos? ¿Quién iba a lanzar un balón era que epopeya o condena?
Aquel humilde coloso se llamaba Andreas Brehme, y fue el protagonista de uno de
los momentos históricos del fútbol alemán. No fue el único disparo decisivo que
asumió, pero sí el más importante.
Italia era una tierra especial para
Andreas, él era consciente de su especial vinculación con el país anfitrión. En
1989, el lateral fue elegido mejor jugador del año de la liga italiana
(condecoración muy meritoria si tenemos en cuenta su posición). Sus
compatriotas Matthäus y Klinsmann –que aún hoy siguen temblando con la
posibilidad de lanzar aquel penalti-, lo acompañaban en la plantilla de un
Inter de Milán que marcó época y que causaba sensación en el campeonato
nacional y en competiciones europeas. La tierra no era el único detalle que
situaba a Brehme como el lanzador idóneo, tampoco la frialdad y serenidad de su
mente, sino su gran experiencia en penaltis determinantes. En las semifinales
de la Copa Mundial de 1986 y 1990, contra Francia (2-0) e Inglaterra (5-4, tras
la tanda de penaltis), Andreas había adquirido galones transformando penas
máximas históricas.
Volviendo a la obra histórica
protagonizada por el jugador germano… tras siete u ocho eternos minutos
después, cuando la tormenta verbal argentina amaina, Brehme emprende una marcha
de cuatro pasos antes de efectuar un lanzamiento fríamente calculado, sello
alemán. Levitando y acariciando el palo derecho, aquel balón abría las puertas
de la historia. Quizá no es justo atribuir el éxito y la gloria de aquel Mundial
a un lanzamiento de penalti, pero supuso delimitar la diferencia entre el éxito
y el fracaso, y Andreas será eternamente recordado por ello. El lateral que asumió el protagonismo destinado a aquellos jugadores especiales, pero sobre todo, a los jugadores valientes.
Pero a Brehme le quedaba aún una proeza por realizar en su país. La Bundesliga todavía recuerda lo que vivió en una semana veraniega de 1996, cuando Andreas lloraba desconsoladamente el descenso de su equipo del alma, el Kaiserslautern, y, pocos días después, se proclamaba campeón de Copa en Berlín. Además, volvió el año siguiente a la máxima categoría con su equipo y lo convertiría en el primero y -hasta la fecha- único equipo alemán que gana la liga un año después de su ascenso.
De recuerdos no se puede alimentar
uno eternamente, por muy grandiosos que sean. Tras finalizar una brillante
carrera deportiva haciendo historia en el fútbol alemán, Brehme probó suerte en
los banquillos, pero esta vez la gloria que ya había alcanzado le dio la
espalda, siendo destituido del cuerpo técnico del Stuttgart en 2006. Casi 10
años después, sin apenas informaciones sobre su vida más allá de algunas
entrevistas para medios alemanes, Beckenbauer dio la voz de alarma sobre su
precaria situación. Debido a una deuda con hacienda que superaba los 200.000
euros, Brehme se había visto obligado a poner su casa en venta para hacer
frente al pago. Además se encontraba desempleado y sin ahorros que hicieran
posible el alquiler de otra vivienda. Las movilizaciones para ayudar al campeón
del mundo fueron numerosas, un jugador tan determinante para la historia de un
país y de una selección (aquel Mundial fue clave para sellar la unión en
Alemania tras la caída del Muro de Berlín), no podía verse relegado a un
provenir tan desolador sin que varias figuras alzasen la voz.
Sin embargo, las declaraciones que hicieron mundialmente popular a la noticia fueron las del ex jugador de la selección Oliver Straube, quien ofreció una excéntrica solución para los problemas de Brehme: “Nosotros estamos dispuestos a emplear a Andreas como ayudante en nuestra empresa. Allí se enterará de lo que es trabajar de verdad haciendo el aseo de los sanitarios e inodoros. Eso le servirá para enterarse de cómo es la vida y mejorar su imagen”. El extraño humor de Straube tuvo tal repercusión que Brehme volvió a ser protagonista en los medios de comunicación, dando lugar a titulares tan sensacionalistas como: ‘De la gloria mundialista a limpiar urinarios’ o ‘De campeón del mundo a limpiar retretes’. El protagonismo y la fama pueden llegar por caminos muy distintos, pero a la historia del fútbol entró por el incontestable hecho de ser decisivo en la final de un Mundial.